De San Petersburgo con amor
14.04.2018Los nervios y la ansiedad se contrarrestan con una buena preparación, acompañada de buenas dosis de tazas de café o del infaltable mate. Algunos de los alumnos que rinden para A2, esperan su turno para enfrentar la cuarta de las cinco partes que consta el examen, el cual se extenderá por casi cinco horas, con períodos de descanso entre cada una.
María, que se presenta para el examen de A2, es de Serbia. Nuria, Santiago y Andrés son de Buenos Aires y rinden para B1. Todos rondan entre los 20 y 30 años. María cuenta que quiere “refrescar” sus conocimientos en el idioma, mientras que Nuria relata que fue a estudiar dos años y medio en Rusia gracias a una beca y que quiere seguir preparándose para ir a hacer un máster allá. Santiago es traductor científico técnico de inglés, portugués y alemán. Y quiere perfeccionarse en su quinta lengua: “Pienso que si lo certifico (al idioma ruso) en un nivel determinado, me puede abrir puertas en el futuro para estudiar o trabajar”.
“Me interesaría seguir la carrera diplomática; el ruso es uno de los idiomas oficiales de la ONU y es la lengua que más me gusta de todas”, confiesa Andrés. Ríen y conversan un poco para distenderse. Todos coinciden en que para mejorar sus competencias leen medios gráficos rusos, escuchan podcasts y miran noticias en medios de comunicación rusos por Internet.
Son las 5 de la tarde. En una de las aulas donde rinden alumnos de B2 y reina el silencio. La mayoría de los examinados participaron de los cursos preparatorios brindados por profesores de los Cursos de Ruso que coordina la Dra. Yevtushenko. Se acerca Elisa, que rindió para A1: “Comencé a estudiar ruso el año pasado porque tuve un novio ucraniano que hablaba cinco idiomas. Aunque ahora ya no estamos juntos, el idioma me enamoró (risas). Y la cultura también”. Luego llegan tres estudiantes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), y que también se presentaron para A1. Manuela, Emanuel y Rocío. “Desde chico me gustó interesarme en la historia de Rusia. Y ojalá pueda ir algún día allá”, señala Emmanuel, estudiante de Ciencias Políticas. “Chéjov, Tolstói, Dostoievski. La literatura rusa me llevó a interesarme por el idioma”, revela Manuela, quien estudia Antropología en la UNR junto a Rocío.
Leonid tiene 73 años y es ingeniero mecánico (UTN). Se presentó para dar el nivel C1. “Había cosas previsibles y otras que me costaron. La Dra. Yevtushenko me animó a dar el nivel C1. Domino el idioma a pesar de no haberlo estudiado seriamente. Yo aprendí el ruso antes que el español porque mis padres nacieron en Ucrania. Luego, durante 20 años, no usé la lengua. Con mi familia hablamos en español solamente. Después, por razones laborales, pude volver a hablar en ruso. Eso me retrotrajo a mi temprana infancia. De chico tuve la enorme suerte de disfrutar la lectura de los clásicos rusos como Chéjov, mi preferido”, expresa Leonid con nostalgia, quien es el estudiante de mayor nivel.
Mientras Leonid se sirve un café comenta que quiere ver en qué nivel está. “Ese es mi desafío, vengo a ver dónde estoy parado. Quiero pulir lo que sé”. Por otra parte, en el área de descanso los alumnos de A1 conversan más relajados. En algunos días sabrán sus notas y recibirán – seguramente – su certificado.
Por Federico Raggio